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viernes, 5 de junio de 2009

LA VIDA EN DO POR DIEGO PALACIOS



Con un poderoso timbre de voz, Marlon Valverde es uno de los mejores tenores del país. Ha cantado en las principales óperas presentadas en el Ecuador.





Uno de los más grandes intérpretes de la ópera romántica italiana del siglo XX fue Enrico Caruso, llamado Rey de los Tenores: las vibraciones de su voz rompían una copa cercana a su cara. Cierto o no, lo único claro es que los artistas suelen tener experiencias que marcan sus vidas y las cambian para siempre. Y la del tenor Marlon Valverde ocurrió a los 17 años, cuando un amigo de su papá venido del extranjero, quien también era artista, le invitó a leer partituras ante lo cual no tuvo más remedio que aceptar que no sabía. Ese día decidió que ingresaría al Conservatorio Nacional de Música pese a que su padre Luis Valverde, también músico, trató de persuadirlo sin mayor éxito para que estudiara una profesión convencional.

Desde aquella época mucha agua corrió bajo el puente y ahora su carta de presentación como cantante lírico habla por sí sola.

Brilló con luz propia como solista en puestas en escena de las obras Carmina Burana de Carl Orff; los recitales operísticos del Teatro Sucre: el oratorio Las Últimas Siete Palabras de Cristo de Theodore Dubois; y El Réquiem de Mozart. También deslumbró por su voz y actuación en producciones de gran envergadura como las óperas: Flauta Mágica de Mozart; La Boheme y Tosca de Giacomo Puccini; La Traviata de Giuseppe Verdi; Carmen de Georges Bizet; y Cavallería Rusticana de Pietro Mascagni.
De hechicero o Simón Bolívar ¿Cuál es el personaje más difícil que le ha tocado protagonizar? Para cualquier cantante de ópera siempre será un reto interpretar música del maestro Wolfgang Amadeus Mozart y Marlon Valverde no es la excepción. “Fue un desafío hacer el papel del príncipe Tamino en Flauta Mágica”.

Entonces no es un golpe de suerte que su nombre sea considerado como parte de elencos de producciones líricas de factura nacional como Boletín y Elegía de las Mitas de Edgar Palacios y César Dávila Andrade; el concierto Mestizaje y la ópera Manuela y Bolívar de Diego Luzuriaga, entre otras.

Cuando sube a las tablas, Valverde se pone la piel de sus personajes tan humanos como contradictorios: por ejemplo la de un gallardo Simón Bolívar con uniforme militar; o el enigmático hechicero de la ópera Dido and Aeneas de Henry Purcell.

Inclusive círculos diplomáticos reclaman su presencia. En julio de 2007 la Embajada de Estados Unidos invitó a Marlon Valverde a cantar el Himno Nacional del Ecuador en la ceremonia por el aniversario independentista del país norteamericano.

¿Las óperas son elitistas? Según Valverde, el principal problema por el que atraviesan los artistas líricos es romper con esa creencia que este tipo de arte es solo de gente de la alta sociedad. “La ópera es para que todo el mundo la disfrute”.


La versatilidad de su voz le permite moverse como pez en el agua. Puede cantar con maestría desde música nacional, latinoamericana, tropical, jazz, hasta música americana.

Si alguien es responsable de que Marlon Valverde, quiteño que vivió hasta los 15 años en Riobamba, haya roto, si se quiere, el equilibrio musical familiar –su madre también integró el Dúo Las Riobambeñitas–, es el maestro Pancho Piedra. “Mi profesor fue el único que creyó que tenía cualidades vocales, talento y carisma para cantar ópera”. Su formación académica la complementó con la maestra cubana María Eugenia Barrios y con el virtuoso italiano Aldo Verecchia. Este tenor comenta que para un cantante estar en una ópera es lo mismo que un futbolista en un Mundial de Fútbol o un gimnasta en los Juegos Olímpicos. “Es lo máximo porque es la expresión del desarrollo físico, mental, espiritual, vocal y de conocimientos”.

En sintonía con la vida.

Detrás de las producciones operísticas, que duran entre una hora y media y en ocasiones más de dos horas, hay hasta siete meses de ardua preparación con un promedio de trabajo diario de seis horas. En este tiempo los artistas llegan a fundirse con la historia, la partitura, el personaje y vencen las dificultades vocales, a través de una serie de ejercicios vocales similares a los que hace un gimnasta antes de su presentación.

¿Cómo cuida su voz? Marlon Valverde lleva una vida que no desentona con el arte, es más bien sana y austera: no bebe licor, no fuma, duerme y se alimenta bien, además de hacer ejercicios. “La vida que llevaría un deportista”.

A simple vista Marlon Valverde no parece un cantante de ópera, tiene un look que más bien le hace ver como el artista argentino Piero. La versatilidad de su voz le permite moverse como pez en el agua cantando música ecuatoriana, latinoamericana, tropical, jazz y americana. “Hace tiempo estuve a punto de integrar la Orquesta Los Duques”.

Dentro de su carrera, este tenor, como pocos, no recuerda alguna situación desafinada que haya marcado su carrera. “Las cosas que hago ahora son las cosas que planifiqué desde hace años”.
Y entre sus planes estuvo fundar la Compañía Lírica Nacional del Teatro Sucre junto a otros connotados cantantes Vanesa Lamar, María Isabel Albuja, Luis Medina, entre otros. Además de Misionarte, centro cultural y social, cuyo proyecto principal es la Escuela de Formación Artística Nacional, donde imparte talleres de música. Como medio de difusión y promoción libre, también creó la Sociedad Artística Independiente.

Según el compositor, es un espacio libre y gratuito de ayuda para los artistas.
Quienes creían que los cantantes líricos eran una especie en vías de extinción estaban alejados de la realidad. Marlon Valverde dice que esto recién está empezando porque en el país hay muchos artistas con talento.
Tomado de la revista VISTAZO de Ecuador 5 de junio de 2009
Por: DIEGO PALACIOS dpalacios@uio.vistazo.com
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